De la cabeza al cielo.

Napoleón Bonaparte tiene dos tumbas. En la primera, en París, es donde descansan sus restos, en un sarcófago imponente flanqueado por ocho estatuas con el nombre de victorias militares. En la segunda, en la isla de Santa Elena, hay una austera lápida sin inscripción. La primera simboliza la gloria del emperador de los franceses. La otra, la muerte casi anónima de un general que acabó sus días como un proscrito. Por eso, el bicentenario de la muerte del Emperador hace más ruido ahora que en el 1821.

De Napoleón pocas cosas os podemos contar que ya no sepáis: que fue de los mejores estrategas militares de la historia bélica, que es un personaje clave para la historia contemporánea, que de pequeño sentía un odio profundo a los franceses, que no fue buen estudiante y que se casó con la amante de Barras (su comandante) justo antes de invadir Italia.

En Loqueleo os mostraremos tan solo un par de lecturas para recordar al singular personaje y para que sigáis aprendiendo porque como decía Bonaparte: «Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado».